ENTRADA 14

 

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PRIMERO

Cómo definir, qué tienen en común y en qué se diferencian las siguientes profesiones:

1.    COACH EDUCATIVO: la palabra “coach” no es muy de fiar. Entiendo por coach educativo aquellos pedagogos o pseudopedagogos que se dedican a dar charlas sobre la educación y demás asuntos pedagógicos, charlas muy generales donde apenas se dan consejos prácticos. No lo entiendo, en ningún momento, como profesor particular ni nada por el estilo. Su público es amplio y disperso. Las charlas Ted y semejantes, su hábitat natural. Suelen criticar la educación tradicional, y a los docentes tradicionales, aun cuando valen infinitamente menos que estos (en no pocas ocasiones, de hecho, no son más que profesores renegridos, escaldados… parias de sus propias aulas).

2.    TUTOR: el profesor de toda la vida. Muchas horas y muchas experiencias con los alumnos. Su público es reducido, y las relaciones con este, para bien o para mal, son intensas. Su capacidad de influencia es grandísima, aunque los alumnos no siempre se dan cuenta en el momento. A veces hay que dejar pasar unos años para apreciar lo bueno o malo que era un profesor. De los cinco agentes, sin duda el más relevante.

3.    ORIENTADOR: persona a medio camino entre la psicología y la pedagogía. Imprescindibles en los centros de primaria y, sobre todo, secundaria, habida cuenta de las alteraciones emocionales de este momento educativo. Sus relaciones deben ser personales, individuales.

4.    ASESOR: no acabo de ver la diferencia entre asesor y orientador. Como mucho, yo diría que el orientador ayuda a los alumnos mientras el asesor ayuda al profesor. No recuerdo, en ninguna etapa educativa, la existencia de esta figura.

5.    “INFLUENCER”: quizá uno de los agentes educativos más a tener en cuenta en los próximos años, dado el enorme influjo que tienen entre la juventud. Siempre ha habido personajes-ajenos-al-mundo-educativo-con-grandes-capacidades-comunicativas, pero gracias a internet, su difusión, hoy en día, es gigantesca. A corto plazo, influyen más en los alumnos que el tutor, pero a medio plazo se diluyen y quizá a largo plazo su influencia sea inexistente. Flor de un día en muchos casos. Un buen tutor no debe temer este tipo de competencia.

Las diferencias entre estos agentes educativos (independientemente de lo colaterales que sean a la educación), son tantas como el público al que se dirigen: el coach educativo, a una masa amorfa que busca mensajes facilones; el tutor, a una cantidad determinada de alumnos, a los que tendrá que evaluar (es el único de los agentes que califica a su hinchada, hinchada que no siempre está predispuesta a la escucha -la imposición frente a la demanda del coach o del influencer-); el orientador se relaciona con un número indeterminado de alumnos y profesores, pero su relación debe ser íntima, muy personalista; el asesor, como mucho, sería orientador de profesores; el influencer se dirige urbi et orbi (y porque no le dejan más espacio), a menudo con mensajes vacíos, experiencias personales contadas de aquella manera (la diferencia con el coach es que su público es más amplio, y su mensaje mucho más genérico y personal, frente a la aparente “objetividad” y “sesudez” del coach).

SEGUNDO:

Los profesionales que se dedican a las actividades extraescolares, desde un profesor de yudo o fútbol a uno de ajedrez. Estos pueden ser una figura mucho más influyente que, incluso, los tutores (si no a nivel curricular o académico, o incluso intelectual, sí a nivel vivencial; cuántos entrenadores de fútbol, por ejemplo, habrán alejado de las drogas a sus pupilos, cosa que ni familiares, ni amigos, ni psicólogos habían conseguido).

TERCERO:

A cierta persona de quince años, muy rebelde y molesta (está en la edad), le recomendaría una serie de libros, dado que en ese momento en el que está, creo que podrían resultar reactivos: Siddhartha y Demian de Hermann Hesse; El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger; El extranjero, de Camus; El túnel, de Sábato; Werther, de Goethe; Así habló Zaratustra, de Nietzsche. Salvo el último, la extensión es muy moderada, así como los estilos en que están escritos: son perfectamente asequibles a los adolescentes. Más adelante, se podrían añadir otras lecturas semejantes (todo Cioran, por ejemplo, delicioso a esas edades), pero con las dichas, creo que ya podría, si aún no lo hace, empezar a confeccionar su propia biblioteca (como diría Borges, los libros siempre hablan de otros libros).

Todas estas novelas, de corte existencial, podríamos decir, son muy llamativas e chocantes a esas edades (de los catorce a los dieciocho, por ejemplo), dado que se está confeccionado, poco a poco, y en ocasiones traumáticamente, la identidad; y a no ser que se lean ahí, pueden llegar a resultar hasta un poco grimosillas (verbigracia: todo Hesse). Creo que la lectura de este tipo de literatura a esas edades es una de las grandes experiencias que se pueden padecer en esta vida (más allá de que luego, con el paso de los años, uno revise con cierto sonrojo según qué lecturas; pero debe ser honesto y reconocer cuánto le influyeron y trasformaron/desarrollaron/distorsionaron su mundo en ese periodo, y cuánta de su filosofía vital sigue impregnada de esas lecturas, o es producto de su reacción, más o menos agresiva -todo se resume en el dicho “es de buen nacidos ser agradecidos”-).

Comentarios

  1. Muy buena entrada Rodrigo! Como siempre ne dejas perpleja. Que retórica! Yo tampoco vi nunca un asesor. Estoy de acuerdo en tu segundo punto creo que los profesores de extraescolares pueden por el contexto, acercarse de manera más afectiva al adolescente y ayudarle mejor. Genial Rodrigo! Un saludo!

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