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Experimento de Asch

Este experimento social, llevado a cabo por Solomon Asch, trata de explicitar la enorme influencia que tiene el grupo en el individuo. Consiste en lo siguiente: se le pide a una persona, tras mostrársele unas cartulinas con diferentes líneas, que escoja la línea más parecida al patrón que se le está enseñando. Esta persona, obviamente, está junto a otros tres o cuatro semejantes, y es la última en responder. Lo que no sabe la susodicha es que el resto de integrantes son actores, y están compinchados para responder erróneamente. El caso es que, tras el primer intento, el sujeto en cuestión da su opinión, al margen de que el resto de individuos, de actores, escojan otra respuesta; en el segundo intento, no obstante, el sujeto escoge la respuesta elegida por el resto de compañeros/actores. Este experimento ha sido replicado infinidad de veces y en casi todas ellas el sujeto actúa como se ha explicado. Lo que se pone de manifiesto es la disolución de la opinión del individuo ante el grupo, cuando estas opiniones divergen; evidentemente, si llevamos este caso a grupos más extensos, a masas sociales, por ejemplo, podemos entender casos tan espeluznantes como el nazismo: cómo, en el país más culto de la época –más allá de la terrible crisis que asolaba la nación, y del antisemitismo reinante desde la edad media-, se pudo caer en un irracionalismo tan exacerbado.

Cómo aplicamos esto a la educación. Pensemos en el siguiente ejemplo: Perico Periquez es un chico estudioso, un buen estudiante; pero tras juntarse con los maulas de clase, tras amigarse con lo más granado del aula, Perico, por influencia grupal, mimetizándose con el gentío que le rodea, deja de estudiar, más por la pésima consideración social que le acarrea dentro de su propio grupete que por motivos puramente intrínsecos o personales. Este caso, evidentemente, no tiene nada de fantasioso.

Pensemos en el caso contrario: Perico Periquez, en esta ocasión, y sin que sirva de precedente, es poco o nada estudioso, y como su inteligencia natural es normalita tirando a normalita, resulta un mal estudiante. Al cambiarse de centro, por el motivo que sea, por ejemplo porque pasa de primaria a secundaria, Perico se amiga con los más esforzados y bregadores, denodados infatigables, con los empollones de la clase. Por mímesis, y por la vergüenza social que le supone, ante sus más aplicados semejantes, el constante suspenso, Perico se pone las pilas, se deja de chorradas y empieza a hincar los codos. Recordemos, en cualquier caso, las sabia palabras del estagirita: el hombre es un ser social por naturaleza.          

¿Qué podemos concluir; qué corolarios extraemos al aplicar el experimento de  Asch a la educación? ¿El profesor, dentro de sus posibilidades (como dijo alguna vez un grandísimo hombre, eximio docente y esperemos -oremos- que no extravagante evaluador: uno no tiene los amigos que quiere, sino los que puede), debería tratar de mezclar el trigo con la cizaña? ¿Cada oveja con su pareja, cada mochuelo a su olivo y toda la pesca?

Es difícil, tras reflexionar luengas temporalidades sobre el experimento y la educación, dar una respuesta firme.

Yo no lo tengo claro.

Suspendo el juicio.

¿Y tú?

¿Lo tienes claro tú?

¿Podrías, en tu supina soberbia, fruto de una estulticia estirada hasta el paroxismo, brindarnos una respuesta tajante?

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