ENTRADA 6
ENTRADA 6
“PULSO AL FRACASO”
(2010)
1. Artículo 91.1.a) La programación y la
enseñanza de las áreas, materias, módulos o ámbitos curriculares que tengan
encomendados.
Lo que se aprecia claramente en el documental “Pulso al
Fracaso” (2010), y más si lo relacionamos con este primer punto, es que antes
de la programación y la enseñanza de las
áreas, antes de los contenidos, está el comportamiento. O dicho de otro
modo: si los alumnos no cumplen con unos mínimos en materia de conducta, de
saber estar, es casi imposible administrarles el temario, por muy estructurado,
preciso y adaptado que este sea.
Cosas a priori tan sencillas como que los alumnos lleguen
puntuales a clase (en el documental podemos ver, varias veces y con distintos
alumnos, que este es uno de los obstáculos más habituales entre esta gente, uno
de los principales factores de su pésimo rendimiento académico) o que se
mantengan en sus sitios sin armar bulla
y semejantes, en ocasiones, visionando el documental, parece un objetivo
utópico. Y si cosas a priori tan sencillas parecen tan inviables, ¿cómo se les
va a administrar una serie de temarios, temarios que posteriormente serán
evaluados mediante exámenes y trabajos? ¿Qué clase de exámenes puede hacer
alguien que llega cuarenta minutos tarde a la cita, o que no es capaz de estar
quince minutos seguidos sin arrojar bolas de papel y demás artefactos
distractores? Dicho de otra forma: antes de los contenidos, debe haber una
disciplina.
Los profesores del centro (gestionado por la Fundación
Tomillo, estamos ante las llamadas escuelas de segunda oportunidad, para
menores que no se han sacado la ESO, donde, como se dice en el documental, y
este es básicamente el tema principal, y la respuesta a esta entrada: prima el individuo por encima de los planes
de estudios) recalcan una y otra vez que no se puede dejar tirados a estos
alumnos, a menudo, si no siempre, procedentes de ambientes socioeconómicamente
paupérrimos y familiarmente desestructurados.
Uno de los problemas que mencionan estos esforzados docentes,
y entronca perfectamente con lo que nos interesa, la relación
programas-comportamiento, es la falta de referentes de estos chavales: ¿cómo
van a cumplir con un horario, con unas normas básicas de conducta en el aula,
si lo que ven en casa, si todas o casi todas de sus relaciones sociales se
basan precisamente en lo contrario, en hacer lo que se quiere, cuando se quiere
y como se quiere? Aquí cobra una importancia descomunal la figura del profesor,
dado que se puede convertir, sería conveniente que se convirtiera, en referente
de conducta.
Otro de los grandes problemas, muy relacionado con lo que
acabamos de decir, es la falta de autoestima: estos alumnos se sienten
fracasados, estúpidos, incapaces de lidiar con unos mínimos en materia de
responsabilidad y disciplina, entre otras cosas, además de por sus continuos y
sistemáticos fracasos en la escuela e instituto, por no estar habituados a
ello, por carecer de referentes y por falta de hábito. La responsabilidad y disciplina,
como tantos vicios y virtudes, dependen en gran medida de la repetición, de la
costumbre; no se llega a ellos por ciencia infusa, sino mediante entrenamiento
y constancia.
La conclusión, pues, es que para ser un educando medianamente
viable, primero has de ser un ciudadano medianamente viable. El papel del
profesor, en esto, es determinante, si bien, en estos casos, a no ser que se
disponga de una vocación a prueba de balas, y una paciencia a prueba de
cañones, poco se podrá lograr con estos chavales, jovenzuelos, a fin de
cuentas, bastante desorientados.
Buenos referentes y ser capaces de tornar una baja autoestima
en una ajustada y realista (mentir, aunque piadosamente, tampoco ayudaría),
mediante la inculcación de valores y hábitos que redunden positivamente en sus
quehaceres posteriores, tanto laborales como personales. No parece una tarea
fácil. Pero si no se incide en esto, ¿qué será de estos chavales el día de
mañana? Muchos pequeños problemas individuales, el día de mañana, pueden ser
grandes problemas a nivel colectivo.
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