ENTRADA 11
ENTRADA 11
PARTICIPACIÓN ESCOLAR
Poco podemos decir sobre esta cuestión, ya que no recuerdo
nada parecido en mis centros de primaria o secundaria. Había delegados y había
reuniones, pero nada se sacaba en claro. Simplemente se cumplía con el
expediente. Un mero trámite académico-burocrático.
La primera propuesta que haría, nada innovadora, por cierto, sería
la siguiente: si se realizan consejos y reuniones, y se espera participación y
entrega por parte del alumnado, esta participación y entrega tiene que constar
en acta, tiene que tener un peso específico, más allá del “muy bien, chavalote,
muy interesante; y ahora, a vivir la vida, que nosotros tenemos que tomar
decisiones o hacer o lo que sea que hagamos una vez los alumnos abandonan estas
reuniones”. Creo que, en general, esto es un poco lo que ocurre en la mayoría
de los centros (no en todos, por supuesto).
Por tanto, y aun a riesgo de ser repetitivo, si lo que se
busca es promover la motivación y el interés de alumnado, profesorado y padres
y madres, las opiniones y sugerencias de los primeros y de los últimos han de
ser escuchadas y anotadas; y si no todas, algunas, por lo menos algunas deben
ponerse en marcha (que uno vea que no está hablando por hablar). Esta es la
única manera de implicar a la gente en estos saraos: demostrándoles que, además
de voz, tienen voto.
Por parte de alumnos y padres y madres, evidentemente, ha de
haber compromiso, no un simple pasar la tardecita echando la parlada: las
reflexiones se tienen que traer de casa, organizadas, concisas y sopesadas,
tanto individual como colectivamente. Estos consejos no son barras de bar para pegar
la hebra o comentar lo que a uno le venga, en el momento, en gana. No sé si lo
uno se sigue de lo otro, esto es, si dando más protagonismo a padres y alumnos
se logra, automáticamente, más implicación y seriedad por parte de estos; pero,
desde luego, es el primer paso.
El principal problema de todo esto es la burocracia, que
todas estas actividades devengan en maremágnum de papeleos y gestiones y demás
desgracias formulaicas; que alumnos, padres y madres, y profesores, acaben
quemados con asuntos que, en principio, están para todo lo contrario: mejorar
el ambiente escolar.
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