ENTRADA 19
ENTRADA 19
Rasgos de la
personalidad y competencias que debe mostrar un tutor: ¿cuál es tu tutor ideal?
Rasgos:
Aquí tendríamos los atributos personales del docente,
expresados, principalmente, mediante adjetivos.
Este debería ser empático, capaz de entender los
comportamientos y situaciones prototípicas de las edades de sus alumnos, así
como las dinámicas habituales de estas gentes, para lo cual debería estudiar la
psicología del tipo de alumno que tiene a su cargo (no se puede ser
eficientemente empático si se desconoce por completo al otro; y como con el
otro habrá un abismo de madurez, conviene cierta preparación, un estudio que
vaya más allá de lo meramente experiencial).
La tranquilidad y el sosiego también son puntos
imprescindibles: de lo que se trata es de no perder los papeles, cuidarse de
las reacciones desproporcionadas (las gentes de ciertas edades pueden ser harto
molestas; la empatía eficiente, evidentemente, es esencial). La paciencia, la
capacidad de escucha, la accesibilidad… Todo esto debe partir, como se ha
dicho, de una empatía eficiente: no basta con saber ponerse en los zapatos del
otro: a mayores debe existir la necesidad, la obligación de ayudarle. Una
empatía estéril, que no mejora o auxilia al empatizado,
es un simple ejercicio intelectual, un ombliguismo sentimentaloide donde el
supuesto empático, pletórico de sí mismo, se conforma con sentir, durante unos exangües
instantes, lo mal o bien que le va al vecino (echa unas sonrisas cómplices o unas
cocodrílicas[1] lagrimitas,
y a casa a dormir la mona).
La flexibilidad, la capacidad de adaptarse a diferentes
entornos y contextos. De poco sirven las competencias y rasgos personales si
solo son útiles y efectivos para unos entornos muy concretos. El buen docente
es aquel flexible tanto consigo mismo, adaptándose a su lugar de trabajo y
alumnado, como con los demás, mayéuticamente flexible, favoreciendo que los
demás se adapten, tanto a sus normas en particular como a las normas del centro
en general.
Competencias:
Aquí hablaríamos, principalmente, de dos factores: los
conocimientos que el docente posee, y la capacidad transmisora, comunicadora
del docente (no simplemente es saber, sino saber transmitir; pero para saber
transmitir, antes hay que saber, que tener algo sólido que transmitir: son las
dos caras de la moneda).
Por otro lado, veo fundamental la capacidad (¿motivación?)
del docente para seguir formándose, actualizando constantemente los contenidos
y los métodos comunicativos y pedagógicos: la formación constante es una
competencia imprescindible.
Este sería, pues, mi docente ideal.
[1]
Crocodilianas. Esa sería la versión
supuestamente correcta. Relativo al cocodrilo: crocodiliano. Pero cocodrílicas
tiene mucho más gancho. Por mor de la estética, decidimos violentar al siempre
fascistoide diccionario.
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