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Rasgos de la personalidad y competencias que debe mostrar un tutor: ¿cuál es tu tutor ideal?

Rasgos:

Aquí tendríamos los atributos personales del docente, expresados, principalmente, mediante adjetivos.

Este debería ser empático, capaz de entender los comportamientos y situaciones prototípicas de las edades de sus alumnos, así como las dinámicas habituales de estas gentes, para lo cual debería estudiar la psicología del tipo de alumno que tiene a su cargo (no se puede ser eficientemente empático si se desconoce por completo al otro; y como con el otro habrá un abismo de madurez, conviene cierta preparación, un estudio que vaya más allá de lo meramente experiencial).

La tranquilidad y el sosiego también son puntos imprescindibles: de lo que se trata es de no perder los papeles, cuidarse de las reacciones desproporcionadas (las gentes de ciertas edades pueden ser harto molestas; la empatía eficiente, evidentemente, es esencial). La paciencia, la capacidad de escucha, la accesibilidad… Todo esto debe partir, como se ha dicho, de una empatía eficiente: no basta con saber ponerse en los zapatos del otro: a mayores debe existir la necesidad, la obligación de ayudarle. Una empatía estéril, que no mejora o auxilia al empatizado, es un simple ejercicio intelectual, un ombliguismo sentimentaloide donde el supuesto empático, pletórico de sí mismo, se conforma con sentir, durante unos exangües instantes, lo mal o bien que le va al vecino (echa unas sonrisas cómplices o unas cocodrílicas[1] lagrimitas, y a casa a dormir la mona).

La flexibilidad, la capacidad de adaptarse a diferentes entornos y contextos. De poco sirven las competencias y rasgos personales si solo son útiles y efectivos para unos entornos muy concretos. El buen docente es aquel flexible tanto consigo mismo, adaptándose a su lugar de trabajo y alumnado, como con los demás, mayéuticamente flexible, favoreciendo que los demás se adapten, tanto a sus normas en particular como a las normas del centro en general.

Competencias:

Aquí hablaríamos, principalmente, de dos factores: los conocimientos que el docente posee, y la capacidad transmisora, comunicadora del docente (no simplemente es saber, sino saber transmitir; pero para saber transmitir, antes hay que saber, que tener algo sólido que transmitir: son las dos caras de la moneda).

Por otro lado, veo fundamental la capacidad (¿motivación?) del docente para seguir formándose, actualizando constantemente los contenidos y los métodos comunicativos y pedagógicos: la formación constante es una competencia imprescindible.

Este sería, pues, mi docente ideal.



[1] Crocodilianas. Esa sería la versión supuestamente correcta. Relativo al cocodrilo: crocodiliano. Pero cocodrílicas tiene mucho más gancho. Por mor de la estética, decidimos violentar al siempre fascistoide diccionario.

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